Artículo publicado en Crónicas de una camara el 22-1-2022:
Entramos en la fase final del invierno y aquí estoy hablando de ese Otoño ya lejano al que pude rascar unos cuantos momentos y del que ya dejé algunas impresiones de su reencuentro (y aquí en formato podcast con Fotomaf). Pero fue un viaje lo suficientemente divertido que no merecía acabar en la oscuridad de un disco duro, así que poco a poco espero que estos días hijos de la improvisación y la teoría del caos vaya encontrando su huequito por aquí, su blog amigo, aunque sea labor que se solape con la muda de hojas del próximo año. Los hados dirán.
León siempre es una buena opción para cualquier época del año. Sus paisajes inmensos, sus montañas y valles cargadas de dramatismo y el hecho de permanecer relativamente alejado de los circuitos turísticos le confieren un encanto que todos los que disfrutamos de la naturaleza sabemos apreciar. León es infinito y en cada visita me sorprendo descubriendo rincones que se quedarán conmigo para siempre.
Por eso, a pesar de que la decisión de salir a la caza del Otoño se produjo en apenas un par de horas (¿me voy? me voy) el sentido arácnido de la improvisación me dijo que debería confiar en los pliegues de León y reparé en un pequeño valle que tenía buena pinta para un par de días de exploración. ¿Por qué no? Así acabé en el pequeño Valle de Valdeteja, donde varias decenas de casas se apiñan en un pueblo homónimo, abrazado por montañas de piedra caliza. Valdeteja, la única Villa de la comarca de los Argüellos que fue, en su momento, uno de los pueblos con más ingresos por el alquiler de pastos a los rebaños transhumantes.
Ahora sobrevive semiescondido en un enclave en el fondo del valle, secreto guardado, solo disponible para quienes quieran encontrarlo. Bien merecía la situación conocerlo a vista de pájaro. Era la hora de sacar la cabra montesa interior, ese montañero primigeneo que todos guardamos en nuestro interior y subir a algún punto a disfrutar del entorno y a situarse, a relacionarlo con otros picos y otros valles en ese afán imposible de rellenar todos los huecos del puzzle de la provincia.
Ruta Valdeteja – Peña la Verde
Descarga la ruta GPX (Wikiloc)
Distancia: 5,83 km
Desnivel Positivo: 540 metros
Desnivel Negativo: 540 metros
Mi querida Maite Lera, una de las mayores conocedoras de los Montes de León que he tenido la suerte de encontrarme gracias a Instagram (seguidla, tiene una cuenta que es una maravilla), me recomendó la subida hasta Peña la Verde y como siempre el consejo fue un acierto. Peña la Verde es un enorme mazacote que se vislumbra desde Valdeteja y que a pesar de su subida, directa y sin concesiones para salvar el desnivel de casi 500 metros no resulta demasiado complicada, aunque a veces el pequeño sendero se camufla entre la cantidad de roca y piedras que hay y es sencillo despistarse y acabar fuera de él. Sin embargo no hay demasiada pérdida. Siempre hacia arriba.
La recompensa llega en su cima, donde nos esperan las espectaculares vistas 360 grados de la zona donde un cortado acantilado nos muestra las Hoces de Valdeteja, talladas por el río Curueño. Una vista más detalladas nos llevas a vislumbrar a lo lejos las perfectamente reconocibles figuras del Espigüete, el Curavacas y el Pico Murcia en la Montaña Palentina, o las montañas de la Sierra de Riaño con el Yordas o las Pintas, e incluso el Macizo Oriental de Picos de Europa con Torre Santa elevando las cotas de nivel.
Sorprende que su cima tenga una especie de pradera en las alturas, entre simas, pero es una bonita ruta para situar perfectamente la zona y empezar a estirar las piernas. Confieso, todo sea dicho, que la confusión con las piedras de la subida es real y acabé bajando o inventándome otro otro camino, cercano y similar, sin mayor complicación.
Por último y dado que los días del Otoño no son sino cortos, solo me dio tiempo a recorrer algunas carreteras de la zona y ha localizar algunos puntos para el día siguiente. Me pilló el atardecer casi sin haberlo planeado pero me regaló una preciosa luz sobre Vegacervera, con el sol iluminando a franjas el Pico Polvoredo.
Ni tan mal para un día improvisado.
Bienvenido al Otoño.