Publicado en Photolari el 21-1-2022:
Dada la reputación que están cogiendo, casi debería ponerme pixelada la cara y distorsionarme la voz para decir esto. Pero sí, yo he vendido NFTs. Y conste que no es algo de lo que me avergüence en absoluto. Vi una oportunidad de negocio antes que otros y la aproveché. Hasta ahí.
Desde comienzos del año 2021 comencé a ver una corriente artística que viraba hacia lo digital. Un mundo muy diferente en el que, parecía, los artistas podíamos estar mejor valorados de lo que solemos estar en “el mundo real”.
Ese mundo real en el que la gente desprecia un trabajo que cuesta miles de euros, muchísimas horas de trabajo y no menos de estudio y formación, de repente, se digitalizaba y mudaba en un concepto de arte donde la gente se interesaba por tu trabajo, por qué había detrás de la obra y por su autor.
Sin embargo, en un principìo, su acceso era bastante complicado ya que el por aquel entonces portal de ventas principal (Foundation) requería de invitación. Además, era un mundo nuevo lleno de nueva terminología que llegaba a apabullar. Ya no podías hacer login con un correo electrónico. Necesitabas una wallet y cryptomonedas. Tenías que mintear y listar y su precio dependía del GAS. Una locura.
Entre la sobrecarga de trabajo, la preparación de varios viajes e intentar sacar algo de tiempo para familia y amigos, se me hizo imposible bucear de manera más pausada en este mundo. Sin embargo, tras volver de un viaje a La Palma empiezo a tener en mi círculo cercano personas que ya han entrado en ese mundo y que empiezan a cosechar ventas importantes.
Decido ponerme las pilas e intentarlo. Era ya tarde, pero quería darle una oportunidad. Busco durante semanas una invitación para Foundation que termina llegando desde el otro lado del mundo de alguien que ni conozco.
Sin embargo, sé que este es un mundo en el que la imagen importa (y mucho) por lo que decido participar, antes de poner a la venta nada, en un concurso que organiza 0xSociety, una de las primeras organizaciones que han apostado por el NFT.
Y gano. Gano a artistas que ya estaban en ese mundo con mucho éxito como Ben Strauss e incluso a alguno que se dejó su buen dinero comprando seguidores y votos en Instagram. No gano por ser el mejor, o al menos no creo que fuera ese el principal motivo. Gano porque tengo la mejor comunidad del mundo en Twitter que me echa un cable siempre que se lo pido.
El caso es que ganar ese concurso me da cierta notoriedad y varios coleccionistas se interesan por mis obras. Y vendo unas cuantas, al punto de aparecer en la lista de los 50 fotógrafos de paisaje con más dinero recaudado del mundo por aquel entonces. No me hice millonario ni mucho menos. Pero oye, ahí está ese dinero.
Sin embargo, como decía, ya era tarde. Cuando estuve investigando sobre este mundo se veía que los coleccionistas buscaban obras de calidad, interesantes y con un autor que les dijera algo. Eras una inversión y te escudriñaban como, supongo, se escudriña una inversión en bolsa.
Para cuando yo llego a este mundo, todo empieza a cambiar de manera brutal. Llega la armada española. Gente que no ha pisado Twitter en su vida empieza a entrar haciendo cualquier cosa para llamar la atención. En cuestión de una semana me veo silenciando un montón de cuentas que han acudido raudos al olor del dinero y con muy poquitos escrúpulos.
Empieza a hablarse de “la comunidad” cuando menos comunidad hay: pataletas, envidias, SPAM masivo e incluso robos empiezan a jalonar un mundo del que me empiezo a apartar por pura vergüenza ajena.
Paralelamente empiezan a entrar nuevos coleccionistas que parecen jalear este tipo de comportamiento con compras, digamos, de dudosa calidad a precios exorbitantes. Se aumenta el premio, se incrementa el ruido y yo decido, definitivamente, que aquello no es para mí.
Llevo años trabajando en mi cuenta de Twitter buscando crear una comunidad de verdad como para tirarlo todo por la borda haciendo SPAM masivo, dorándole la píldora a gente con un trabajo mediocre o al coleccionista de turno.
El mercado, de todas formas, vira y se aleja de los estándares “Mediterráneos” y se centra ahora en la comunidad anglosajona. Se sigue necesitando un perfil enteramente orientado al mundo NFT pero, además, con la irrupción de los Spaces de Twitter como principal herramienta para darse a conocer, se hace aún más complicado hacerse notar para los que no tenemos el inglés como lengua materna.
El artista tipo también ha evolucionado y ahora predominan las mujeres en la fotografía de paisaje espoleadas por el éxito de Cath Simard. Ahora, además, existe una mayor diversidad de plataformas de ventas: Openasea acertó de pleno con la posibilidad de crear colecciones y Superrare, la que es más elitista desde el principio, ha abierto la mano a cada vez más artistas, aunque sigue conservando ese halo de público selecto.
Si estás pensando en lanzarte a la aventura, te deseo la mejor de las suertes, toda la paciencia del mundo, muy pocos escrúpulos y poquita dignidad en tus interacciones. Elogia todas aquellas ventas con notoriedad (aunque sean una basura), busca a los coleccionistas y trata de hacerte ver como sea tanto en Twitter como en los diferentes grupos de Discord.
Eso sí, ya te advierto que es difícil compatibilizar un perfil de este tipo con uno que sea medianamente interesante para el mercado tradicional patrio de un fotógrafo. Tendrás que elegir y, desde luego, no lo tienes nada fácil porque ya vas muy tarde.
Para mí, le guste a la gente o no, los NFTs son el futuro del mundo del arte y, cada vez más, los veremos integrados en las exposiciones “analógicas” y en las galerías tradicionales. De hecho, ya los estamos empezando a ver en ferias como ARCO y es una tendencia que se incrementará en el futuro. Ya se han realizado diversas exposiciones físicas de las obras NFTs con gran éxito de público y patrocinadores en Estados Unidos. Y es solo el principio.
La apuesta de AP por este mundo así nos lo indica. Para todos aquellos que vean absurdos los NFTs porque es lo que se lleva decir en redes ahora les pido que no escriban muy fuerte, porque en unos años igual les tocará borrar las burradas que se están diciendo sobre el tema.
Los NFTs tienen un montón de puntos en los que mejorar y otros que son abiertamente criticables. Pero no nos olvidemos que es un tecnología que está en pañales y que en unos años va a mejorar una barbaridad. Si no les gusta su postureo y su extravagancia, es exactamente la misma que hay en el mundo del arte “tradicional”. Pero esa es una historia que mejor dejar para otro día.
David de la Iglesia. Fotógrafo y videógrafo profesional especializado en fotos para redes sociales de Bilbao. Puedes ver sus trabajos y cursos en DIVCreativo.