Publicado en Photolari el 24-1-2022:
Como por aquí se estila lo de la sinceridad, vamos a aplicarla desde el principio: estamos convencidos de que la Leica M11 no es el tipo de cámara de la que pueda hacerse una prueba normal.
Vaya, que nuestra opinión sobre un producto de 8500 euros más cerca del mercado del lujo que del fotográfico dudamos mucho que importe demasiado a los potenciales compradores. Nadie se compra una Leica M o deja de hacerlo por su rendimiento, rango dinámico o por la resolución de la pantalla.
Aclarado esto, durante unos pocos -poquísimos- días he tenido la nueva Leica M11 entre manos. Y la verdad es que hemos disfrutado mucho con ella porque es una cámara de esas que te exige mucho. Además, con casi 12.000 euros entre manos no era cuestión de volver a casa sin unas fotos más o menos aparentes.
Así que esto no es un review. Pero sí os queremos contar nuestras sensaciones y, sobre todo, explicaros qué tiene de especial esta M11. Porque parece más de lo mismo, pero hay muchas cosa y algunas importantes que han cambiado.
Diseño clásico, con algunos cambios
Las líneas clásicas, la austeridad en todo -menos en el precio- y los mandos justos para no distraerse siguen siendo los pilares en el diseño de la Leica M11. Por supuesto, también su visor de telémetro, símbolo distintivo de la serie. Luego hablamos de eso.
Hay, no obstante, algunos cambios. Si nos fijamos en la base, desaparece la clásica placa que cubría toda esta zona. Un legado de las Leica de película y su sistema de carga. Era curioso pero no muy práctico, la verdad.
Hablamos en pasado porque esta M11 apuesta por una solución más sencilla. La batería se puede extraer con una pulsación y dentro se esconde también la ranura para la tarjeta de memoria SD. Además, la cámara estrena una memoria interna de 64 GB que hace las veces de una segunda tarjeta y que, la verdad, resulta muy útil. Lo de olvidarse la tarjeta en casa ya no es excusa para no poder hacer fotos.
En la base también está el puerto USB-C que permite cargar la batería y transferir las fotos al smartphone. De hecho, la M11 incluye un cable específico para conectar la cámara al iPhone. Como curiosidad, este USB-C a Lighting con sello de Leica por separado cuesta 35 euros.
De todos modos, la mayoría optará por la conexión Wi-Fi para trabajar con la aplicación Leica Photos. Una cámara clásica pero que puede presumir de uno de los sistemas de emparejamiento Wi-Fi más sencillos y prácticos. Lo mismo hay que decir del manejo táctil a través de la pantalla. Todo es sencillo y está muy bien pensado.
Por cierto, por si a alguien se le había olvidado -como a nosotros- momento de recordar que ni la M11 ni las anteriores tienen cuerpo sellado. Metálico, resistente, fabricado a mano y precioso, pero no sellado. Ojo.
Medición matricial
También en su interior la M11 llega con novedades que, dentro de este particular universo, podríamos llamar revolucionarias. No, no hay enfoque automático, tranquilos. Pero sí un sensor que está operativo siempre, activemos o no la previsualización en pantalla.
Es decir, a diferencia de lo que ocurría en generaciones anteriores, al poner en marcha la cámara el obturador se abre y es el sensor de imagen el encargado de realizar la medición de la exposición y del balance de blancos. Algo que, entre otras cosas, explica que la M11 tenga medición matricial, y no sólo puntual y central como en generaciones anteriores.
Algo que acerca esta M11 al resto de cámaras sin espejo del mercado y que, además, permite trabajar con obturador electrónico.
De hecho, de serie viene configurada con obturador híbrido, de modo que si pasamos de 1/4000 de segundo automáticamente entra en acción la obturación electrónica para llegar hasta 1/16000 de segundo. Interesante para aprovechar la apertura de las ópticas incluso en escenas con mucha luz.
¿Y el enfoque?
El enfoque automático de la Leica M11 funciona tan bien como su grabación de vídeo. Chistes al margen -no graba vídeo- da la sensación de que la marca está llegando a una encrucijada: el enfoque manual por telémetro es una de las claves de su singularidad a la que no puede renunciar, pero a la vez es una evidente ¿limitación?
Es verdad que una vez que se le pilla el truco el sistema de imagen partida resulta práctico y bastante preciso. Pero también que estamos en unos niveles de sensores y detalle muy exigentes en los que se nota ese ligero desenfoque que antes igual pasaba desapercibido.
Sea eso, que hacía mucho que no practicábamos con una Leica M o la edad y nuestra vista, el caso es que la proporción de fotos ligeramente desenfocadas que hemos tenido que descartar ha sido más alta de lo esperado.
La pantalla o el visor electrónico externo (opcional, otros 800 euros que sumar al ticket) ofrecen peaking focus, pero se agradecería algún tipo de ayuda adicional o confirmación de foco.
60, 36 o 18 megapíxeles
Como hemos comentado, la M11 estrena CMOS retroiluinado de formato completo y 60 megapíxeles. Los resultados son, faltaría más, excelentes con un gran nivel de detalle, buen control del ruido y un color que incluso en JPEG directo nos ha gustado mucho. Y por lo que hemos leído, no hemos sido los únicos.
Pero, sin duda, lo más curioso y tal vez interesante de este sensor es su modo de trabajo multiresolución que permite disparar a 60, 36 o 18 megapíxeles. Pero no como cualquier otra cámara, sino con un sistema de pixel binning similar al de algunos móviles con muchos megapíxeles: se combinan fotodiodos del sensor para conseguir mejorar el rendimiento del ruido y rango dinámico a cambio de renunciar a algo de resolución.
¿Y se nota? Hemos probado a 6400 y 16000 ISO con las tres resoluciones y aunque e aprecia, efectivamente, algo menos de ruido en las imágenes de 18 megapíxeles, no nos parece que compense la pérdida de detalle que supone frente al disparo de máxima resolución.
¿Y qué pasa con el rango dinámico? En este caso hemos buscado una escena con mucho contraste y disparado la misma foto con los tres modos. Quienes se animen a probarlo dejamos aquí los RAW de las tres fotos para poder jugar con luces y sombras.
Los que prefieran ahorrarse el trabajo, la historia se repite: se nota algo, pero no nos parece que suficiente como para justificar sacrificar megapíxeles y detalle.
Este sistema de multiresolución del que tanto se ha hablado -no sabemos si también se ha probado- nos genera más preguntas que certezas, la verdad. ¿De verdad alguien se va a comprar una Leica de 60 megapíxeles para disparar a 18? ¿El usuario de Leica va a andar cambiando este parámetro según la escena? ¿No va esto contra la filosofía de centrarse en la foto y olvidarse un poco de la técnica?
¿O acaso está Leica diciendo que algunas ópticas podrían no aguantar el nivel de exigencia de un sensor de 60 megapíxeles? No seáis malpensados. Hablamos, claro, de ópticas de terceras marcas para la bayoneta M.
M de moderna
Decir que la Leica M11 es una cámara moderna igual asusta a muchos. Pero lo cierto es que dentro del mundo Leica M lo es. Hasta el punto de que muchos ven en ella la antesala a olvidarse del visor por telémetro. La verdad es que dudamos mucho que ese sea el plan.
Pese al notable cambio tecnológico de esta generación y atreverse incluso con prestaciones de smartphones que no habíamos visto en cámaras, todo ello se hace sin renunciar a los ropajes clásicos que, entre otras cosas, justifican que hablemos con cierta normalidad de ese precio de más de 8000 euros. A ninguna otra marca se le consentiría tal cosa. Ni la mitad, de hecho.
Pero no entraremos ahora en ese manido tema. La Leica M11 es una maravilla. Una pieza única para bolsillo pudientes y fotógrafos caprichosos que juega a presumir de esa singularidad pero dejando la puerta abierta al futuro.